1°
El sendero se estrecha, la vegetación te arropa y poco a poco cuesta más saber donde pisar. El camino es tan ancho como cuantas personas pasan por el. Todos sabemos como es.
Quien ha subido por Sabas Nieves puede darse cuenta que el camino comienza siendo bien ancho. Tres o cuatro metros de ancho, espacio para caminar, descansar, adelantar. Gente sube y gente baja. Mucho movimiento y mucha actividad. No vale la pena saludar a cada uno, son muchas personas y solo compartimos una mirada, si acaso.
Un poco más arriba, ya por "No te apures" el sendero es mucho más angosto. Cabe uno, a veces dos personas y si quieres adelantarte, es bueno pedir permiso. Saludas a cada persona que te cruzas y compartes una sonrisa. Compartimos la experiencia de estar allí arriba. Es algo un poco más personal.
Llegando a la Silla el sendero es bastante más estrecho. El bambucillo no te deja ver mucho más alla de tus pasos. Sabes que no eres el primero que pasa por aquí. Sin embargo la sensación de desconocer te llena. No sabes realmente cuanto falta. Mientras más cerca estás, sientes que estás más lejos del final. ¿Voy bien?. ¿Donde está el sendero?.
Finalmente llegas. Es la Silla. Se abre el camino y puedes ver que hay allí adelante. Ya no hay un estrecho camino. Hay más de uno. Si sabes lo que quieres corres hacia él. Sino, puedes sentarte un rato a pensar. Las alternativas que no veías se hacen evidentes. Ya no te preocupa el sendero. Ahora viene un nuevo objetivo. Occidental u Oriental. Incluso quizas la Fila. El límite lo escribes tú!.
2°
Mi vida universitaria se ha parecido bastante a este camino. El primer año fue como Sabas Nieves. Muchos vienen, muchos van. Saludas a algunos, pero la gran mayoría solo pasa junto a tí. Todos compartimos el mismo sendero.
El tercer y cuarto año han sido como "No te apures". Menos compartimos el sendero y pude compartirlo con compañeros maravillosos.
Ahora estoy llegando a la Silla. El camino se ve estrecho y no se realmente cuanto fata.. ¿Solo dos pasos o 10 minutos?. No veo todavía las alternativas. Mis compañeros no están muy lejos. Si embargo, el sendero no me deja verlos. Ya en la Silla podremos reunirnos y sentarnos a hablar. Elegír senderos.
Hoy tengo que seguir avanzando.
Una cumbre, una persona y un reto. Amor a la naturaleza, a la montaña y a Venezuela. Caminemos juntos.
lunes, 29 de noviembre de 2010
domingo, 28 de noviembre de 2010
Llueve, llueve
Llueve en Caracas, y llueve en la montaña. Ni aquí ni allá es lo mismo. Allá arriba el agua trae vida: verdor, nuevas plantas, tranquilidad y todo el ciclo de la vida se activa. Acá abajo se cuenta otra historia.
Ahora, Caracas queda en la montaña. Es parte de su encanto que tanto me atrae. Pero la lluvia en Caracas no trae vida. Trae caos, daños, llantos y mucho desorden. La culpa, sin embargo, no es de la montaña y tampoco lo es de la lluvia. Es el caraqueño quien irrespeta a la montaña.
En la montaña, los senderos son propiedad del agua. Por momentos ella nos los presta y podemos caminar por ellos. Sin embargo siempre sabemos que cuando el agua vuelva, los volverá a pedir. Si la sabemos respetar, la montaña también nos respetará. Aca abajo, la historia es otra. Nos creemos dueños de los senderos. Hemos pavimentado u ocupado muchos de estos senderos. Si no hemos construimos nuestros hogares en ellos, los hemos llenamos de basura, desechos y otras muchas cosas más.
Hoy llueve, y el agua reclama sus terrenos. Los desechos son arrastrados, el agua se encuentra trancada y al final, como justa propietaria que es, se lleva por delante a lo que tenga. Sea una humilde casa o un talúd de tierra o muchas piedras. Nos hemos portado mal en casa ajena.
Y ocurren las tragedias. Culpamos a terceros: al gobierno, a Protección Civil, al alcalde escualido, a la cuarta, a la quinta y a la sexta o al vecino irresponsable de más arriba. Realmente da igual. Y al final la culpa es nuestra, y especialmente tuya. Hemos sido muy irresponsables y nos olvidamos que somos unos simples invitados (incluso bastante molestos) de nuestra huesped, la montaña.
Ahora, Caracas queda en la montaña. Es parte de su encanto que tanto me atrae. Pero la lluvia en Caracas no trae vida. Trae caos, daños, llantos y mucho desorden. La culpa, sin embargo, no es de la montaña y tampoco lo es de la lluvia. Es el caraqueño quien irrespeta a la montaña.
En la montaña, los senderos son propiedad del agua. Por momentos ella nos los presta y podemos caminar por ellos. Sin embargo siempre sabemos que cuando el agua vuelva, los volverá a pedir. Si la sabemos respetar, la montaña también nos respetará. Aca abajo, la historia es otra. Nos creemos dueños de los senderos. Hemos pavimentado u ocupado muchos de estos senderos. Si no hemos construimos nuestros hogares en ellos, los hemos llenamos de basura, desechos y otras muchas cosas más.
Hoy llueve, y el agua reclama sus terrenos. Los desechos son arrastrados, el agua se encuentra trancada y al final, como justa propietaria que es, se lleva por delante a lo que tenga. Sea una humilde casa o un talúd de tierra o muchas piedras. Nos hemos portado mal en casa ajena.
Y ocurren las tragedias. Culpamos a terceros: al gobierno, a Protección Civil, al alcalde escualido, a la cuarta, a la quinta y a la sexta o al vecino irresponsable de más arriba. Realmente da igual. Y al final la culpa es nuestra, y especialmente tuya. Hemos sido muy irresponsables y nos olvidamos que somos unos simples invitados (incluso bastante molestos) de nuestra huesped, la montaña.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Correr!
Muchas veces es por el instinto de huír. Alejarte de lo que te rodea, tomar distancia y descargar energía. Por momentos te sientes libre y puedes observar que lo único que te conecta con el resto del universo son tus pies. Libertad.
Si lo permites, en estos momentos que corres puedes liberar tu mente. Tu cerebro tiene una sola tarea: evitar los obstaculos, caerte o detenerte. Tus ojos solo observan el camino y los objetos que pasan a tu alrededor. Tus oídos no solo escuchan el ambiente, también te escuchan. Tu respiración, tus pulsaciones. Con el tiempo aprendes a entender a tu cuerpo, cuanto puede, cuanto resistes y cuando puedes dar ese poquito más.
Tu tacto, siente el viento o la lluvia. Nada es más refrescante que correr en una leve llovizna. Las gotas te golpean la cara y te recuerdan que aún sigues vivo. Tus piernas sienten el terreno: es suave o aspero, los desniveles y los cambios de pendiente.
Correr es una experiencia sinestésica. Mucho sientes y mucho piensas. Hay días que solo quiero correr, desconectarme por 30 minutos. Una nueva perspectiva, y lo que se veía tan mal se ve realmente circunstancial.
Si lo permites, en estos momentos que corres puedes liberar tu mente. Tu cerebro tiene una sola tarea: evitar los obstaculos, caerte o detenerte. Tus ojos solo observan el camino y los objetos que pasan a tu alrededor. Tus oídos no solo escuchan el ambiente, también te escuchan. Tu respiración, tus pulsaciones. Con el tiempo aprendes a entender a tu cuerpo, cuanto puede, cuanto resistes y cuando puedes dar ese poquito más.
Tu tacto, siente el viento o la lluvia. Nada es más refrescante que correr en una leve llovizna. Las gotas te golpean la cara y te recuerdan que aún sigues vivo. Tus piernas sienten el terreno: es suave o aspero, los desniveles y los cambios de pendiente.
Correr es una experiencia sinestésica. Mucho sientes y mucho piensas. Hay días que solo quiero correr, desconectarme por 30 minutos. Una nueva perspectiva, y lo que se veía tan mal se ve realmente circunstancial.
domingo, 7 de noviembre de 2010
Piedra del Indio
La piedra del indio es una interesante formación rocosa que queda subiendo por la entrada del PGP Cachimbo. La subida es por un sendero bastante protegido, y un bastante enmalezado actualmente. Sin embargo, la subida no es particularmente fuerte hasta que se cruza con el sendero que va en dirección Sabas Nieves.
Desde el cruze, que queda a tu izquierda la subida hasta la piedra es a lo largo de un tramo de roca, que exige un poco más de atención al camino. Sin embargo, la vista hacia la Piedra te recuerda que apenas falta un poquito más. Tiempo total de la subida: 1 hora 10 minutos. La ruta está un poco enmontada y eso hace un poco más lenta la marcha. Grado de dificultad: media.
¿Qué hacía el indio en la piedra? La vista de Caracas desde la piedra es bien bonita. Y si disfrutas del silencio te permite pensar bastante. Supongo que a eso venía el indio en aquel entonces. Si es domingo, te encontrarás algunos visitantes más que hacen una parada antes de seguir a otros destinos. Subiendo está el camino hacia el Pico Oriental, luego de una pequeña subida en roca, y el camino hacia la quebrada Paraiso y el PGP Estribo Duarte.
Ya contaré un poco más de esta segunda ruta durante la semana. Una foto, eso si, de la vista hacia el Estribo, y abajo la quebrada.
Desde el cruze, que queda a tu izquierda la subida hasta la piedra es a lo largo de un tramo de roca, que exige un poco más de atención al camino. Sin embargo, la vista hacia la Piedra te recuerda que apenas falta un poquito más. Tiempo total de la subida: 1 hora 10 minutos. La ruta está un poco enmontada y eso hace un poco más lenta la marcha. Grado de dificultad: media.
¿Qué hacía el indio en la piedra? La vista de Caracas desde la piedra es bien bonita. Y si disfrutas del silencio te permite pensar bastante. Supongo que a eso venía el indio en aquel entonces. Si es domingo, te encontrarás algunos visitantes más que hacen una parada antes de seguir a otros destinos. Subiendo está el camino hacia el Pico Oriental, luego de una pequeña subida en roca, y el camino hacia la quebrada Paraiso y el PGP Estribo Duarte.
Ya contaré un poco más de esta segunda ruta durante la semana. Una foto, eso si, de la vista hacia el Estribo, y abajo la quebrada.
sábado, 6 de noviembre de 2010
4940 m.s.n.m
Un objetivo.
Empiezo a escribir este blog como un diario personal rumbo a cumplir una meta en esta vida: subir el pico Humboldt. Este es uno de los pocos glaciares permanentes de mi país.
¿Por qué subir el Humboldt?, personalmente pienso que no se puede admirar lo ajeno sin valorar lo propio. Hoy estoy a escasos días de mis 23 años, y delante de mi se abren varias posibilidades para diriguir mi futuro. Lamentablemente, todo indica que muy probablemente no será en Venezuela. ¿Por qué? No voy a hablar de política, porque no es el objetivo de este blog. Únicamente quiero decir, que las oportunidades se pintan mejor afuera que acá. Sin embargo, no me puedo permitir irme de Venezuela, aunque sea temporalmente, sin haber visto los lugares más hermosos de mi país.
Considero personalmente que los grandes objetivos, aunque no siempre se cumplan, hacen un camino y dejan unas enseñanzas mucho más valiosas que el objetivo mismo. En Diciembre haré mi bautizo en esta actividad que me apasiona bastante, aunque apenas esté dando mis primeros pasos. Y tengo que admitir que espero tomar este empujón para dar un cambio radical en mi vida.
Un nuevo objetivo en mi vida. 4940 m.s.n.m. Un paso a la vez.
Empiezo a escribir este blog como un diario personal rumbo a cumplir una meta en esta vida: subir el pico Humboldt. Este es uno de los pocos glaciares permanentes de mi país.
¿Por qué subir el Humboldt?, personalmente pienso que no se puede admirar lo ajeno sin valorar lo propio. Hoy estoy a escasos días de mis 23 años, y delante de mi se abren varias posibilidades para diriguir mi futuro. Lamentablemente, todo indica que muy probablemente no será en Venezuela. ¿Por qué? No voy a hablar de política, porque no es el objetivo de este blog. Únicamente quiero decir, que las oportunidades se pintan mejor afuera que acá. Sin embargo, no me puedo permitir irme de Venezuela, aunque sea temporalmente, sin haber visto los lugares más hermosos de mi país.
Considero personalmente que los grandes objetivos, aunque no siempre se cumplan, hacen un camino y dejan unas enseñanzas mucho más valiosas que el objetivo mismo. En Diciembre haré mi bautizo en esta actividad que me apasiona bastante, aunque apenas esté dando mis primeros pasos. Y tengo que admitir que espero tomar este empujón para dar un cambio radical en mi vida.
Un nuevo objetivo en mi vida. 4940 m.s.n.m. Un paso a la vez.
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